lunes, 14 de abril de 2008

Recuerdos II (copia fiel del original)

I'm feeling blue, me dice Muddy desde muy temprano. Las mañanas siempre se parecen, o quizás sea yo. Mi ropa ya ni siquiera tiene tu perfume impregnado. No me queda más que sentarme, con el café hirviendo en la mano, y el álbum de fotos frente a mí. Tus ojos, tu sonrisa, tu figura, y yo a tu lado, aunque sea en fotos.

El tiempo no pasa lento, simplemente no pasa, aunque yo sigo siendo cada día más viejo. Hay cada vez más pastillas en la mesa de noche, y el cigarro es el asesino más voraz de mis días. Pero aún así el tiempo no pasa. No paso las fotos del álbum por temor a ya no verte más, ni siquiera en fotos. Quisiera ser el mismo tipo que te abraza en esa foto. Y quisiera tocar tu cabello, quisiera sentir que me miras, que hueles mi perfume. Pero no es así. Y el aire es más denso.

Te he contado que ya no puedo escribir? Es decir, sí puedo hacerlo, pero tengo que usar estas gafas que hacen que mis ojos parezcan detrás de una pecera. Extraño, no? de lejos veo todo, pero de cerca no. ¡Claro! tenía que ser, porque en mi vida todo pasa al revés.

El tiempo sigue sin pasar, y ya es de noche. Ese cansancio idiota, y este sueño que nunca llega. Así soy yo ahora.

El viejo por el cual el tiempo no pasa, que está solo, que te extraña.


Escribí esta confesión de parte hace ya varios años. Sigo estando solo, sigo extrañando...

Recuerdos I


De mañana las calles lucen tan tranquilas... mis huesos están cansados, y las cuadras pueden resultarme interminables, es cierto, pero aún disfruto del fresco de la mañana, del olor de las flores de la plaza central, del olor del pan recién horneado, y del trinar de las aves.

A veces pienso que los ancianos somos un adorno más en las bancas de la plaza. Todos caminan apurados mirando la hora en sus relojes, aquél, por ejemplo, va con el saco abierto y terminando el nudo de la corbata. Las horas, en cambio, pueden ser tan largas para mí.

Me sucede a menudo que te veo doblar la esquina, reconozco tus ondulados cabellos negros, e intento incorporarme lo más rápido que puedo, hasta que el espejismo desaperece, y me quedo inmóvil, sentado, viejo... con la pena enorme de saber que no eres tú, que nunca serás tú.

No puedo decir que los años duelan, tal vez sí... pero la soledad sí que duele; tu ausencia me duele.Y de regreso a casa, abriré la puerta, y trataré de sentir tu perfume en las escaleras, para otra vez extrañarte.

Confessions de part

Hacer una confesión de vida a los casi 72 años me resulta ridículo. Me rehúso a pasar los pocos días que me quedan al pie de un altar, pidiendo perdón por cada una de mis canas. A estas alturas ya no tiene sentido arrepentirse de nada; y honestamente, cada día recuerdo menos las cosas. A mi edad los huesos son tan frágiles como la memoria, querido lector.

Si algo tengo que decir sobre mí, quizás se pueda resumir en afirmar que he vivido. He vivido cuanto he podido. No niego, sin embargo, que mirar al pasado me es recurrente. Pero todos, querido lector, estamos hechos de recuerdos, de añoranzas. Y los viejos no tendremos ya mucho futuro, pero sí tantísimo pasado.

Encontrarán seguramente divertido, o extraño, el que en un viejo escriba en un mundo de hoy. Y créame que venir a entender lo que es un blog, me ha resultado la empresa más agobiante del pasado año, y quizás de toda mi vida. En mi época la vida la enseñaban los adultos, y los niños acataban las lecciones. Ahora todo es al revés. Que yo recuerde, es la primera vez que un adulto sabe menos que un pequeño de 10 años.

Al decir verdad, yo tengo algunas nociones de estos aparatos modernos. Son ya 7 años que mi hijo ad honorem vive en Roma, y su regalo de despedida fue un monstruoso aparato que ocupa un sitial exagerado en mi pequeño comedor de diario. Se trata de una computadora de éstas que tienen internet y una cámara para poder imaginar que se está frente a frente. Tuve que aprender primero a pronunciar “Messenger”, y luego a utilizarlo. Aprendí a “navegar”, y descubrí un mundo casi paralelo. Fue darme cuenta de que este mundo ya no me pertenece.

Yo escribo desde la infancia. Escribir ha sido parte fundamental de los días de mi vida. Y el cigarro, parte fundamental de poder escribir. Hace unos años que inicié la aventura de intercambiar escritos por internet. Y cometo hoy el temerario atrevimiento de publicar estas líneas, este “blog”, o simplemente esta bitácora de vida, a todos aquellos que desean buenamente darse un respiro por estas líneas.