lunes, 14 de abril de 2008

Recuerdos I


De mañana las calles lucen tan tranquilas... mis huesos están cansados, y las cuadras pueden resultarme interminables, es cierto, pero aún disfruto del fresco de la mañana, del olor de las flores de la plaza central, del olor del pan recién horneado, y del trinar de las aves.

A veces pienso que los ancianos somos un adorno más en las bancas de la plaza. Todos caminan apurados mirando la hora en sus relojes, aquél, por ejemplo, va con el saco abierto y terminando el nudo de la corbata. Las horas, en cambio, pueden ser tan largas para mí.

Me sucede a menudo que te veo doblar la esquina, reconozco tus ondulados cabellos negros, e intento incorporarme lo más rápido que puedo, hasta que el espejismo desaperece, y me quedo inmóvil, sentado, viejo... con la pena enorme de saber que no eres tú, que nunca serás tú.

No puedo decir que los años duelan, tal vez sí... pero la soledad sí que duele; tu ausencia me duele.Y de regreso a casa, abriré la puerta, y trataré de sentir tu perfume en las escaleras, para otra vez extrañarte.

1 comentario:

JimmyJCH dijo...

Todos llegaremos a esa etapa, no podemos escapar de ella, pero lo más hermoso, es que disfrutaste la vida sin desperdiciar ningún momento y supiste aprovechar toda la bondad que te dio la naturaleza en la juventud. Quizás la soledad, el no tener a tu compañera al lado, hace que vivas con nostalgia y pena aquellas primaveras en todo su esplendor.
Ahora gozas de sabiduría, ser anciano es llegar a ser sabio, porque pudiste alcanzar una etapa que muchos no llegan por circunstancias o por la mala vida que llevaron, si estás ahi, agradece a Dios por dejártela vivir.
Hermoso poema Carlos, este pensamiento es referente al poema.